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Reflexiones sobre la vida y el día a día

Violencia de género: Una epidemia detestable

Es ya tan habitual en los telediarios que cuando un día cualquiera aparece una nueva noticia sobre este tema casi ni nos inmutamos. Al igual que con los accidentes de tráfico o las grandes tragedias que suceden en países lejanos, acabamos por acostumbrarnos y a darle menos impotancia de la que tiene realmente; llega un momento en que nos volvemos insensibles ante una realidad cruel, miserable y detestable que es, sin embargo, sello de identidad de la condición humana. Porque aunque se emplean cada vez más medidas para evitar que estos hechos se repitan, lo cierto es que de momento no hay visos de que vayamos en la buena dirección. Como muestra, una noticia reciente (ésta) en la que se deja claro que el número de víctimas mortales dentro de lo que se llama 'violencia de género' ya ha superado la cifra del año pasado, y sigue en aumento. Atención especial merece el hecho de que buena parte de las víctimas estaban bajo protección policial.

A pesar de las campañas de sensibilización, las medidas legales existentes y las actuaciones que intentan que las víctimas denuncien antes de que sea demasiado tarde, seguimos asistiendo a dos hechos fundamentales: que el número de víctimas que se atreven a denunciar a sus agresores es alarmantemente bajo (menos del 25%) y que los agresores siguen existiendo en todas las franjas de edad, desde jóvenes (en los que más se ha de incidir para evitar estos comportamientos en el futuro) hasta ancianos, por lo que resulta un tanto desesperanzador saber que, al menos a corto y medio plazo, estaremos obligados a seguir conviviendo con esta lacra.

Las medidas que se están llevando a cabo desde hace años, aunque han servido para sensibilizar a la población, no consiguen obtener los buenos resultados que se buscan. Y dado que la situación así lo requiere, es buen momento para plantearse tanto su efectividad como la conveniencia de tomar otro tipo de medidas. No podemos permitir que en una sociedad occidental, supuestamente avanzada, como es la nuestra, estos hechos se mantengan por tiempo indefinido. Es momento de replantearse la validez de lo que se ha hecho hasta ahora y, sobre todo, dar un paso más. Y hay al menos uno que considero muy claro: garantizar al 100% la seguridad de la persona maltratada. Si una víctima de violencia de género sabe que no le va a suceder nada una vez haya puesto la correpondiente denuncia, el número de éstas se incrementará sustancialmente. Pero ese número no podemos esperar que aumente cuando parte de las víctimas que denuncian acaban siendo agredidas nuevamente. Y en esto el sistema está fallando estrepitosamente.

No es ético, por tanto, pedir que se denuncie más cuando no se garantiza la seguridad del denunciante. El Estado ha de tomar cuantas medidas sean necesarias para que estos sucesos no vuelvan a repetirse y, una vez lo consiga, el temor a denunciar disminuirá en gran medida. Pero no antes.

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