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Reflexiones sobre la vida y el día a día

Peligros en el suelo


Si hay algo que me desespera cuando voy caminando por la calle es no poder mirar hacia delante tranquilamente. Queramos o no, nos vemos obligados a mirar al suelo, que por sus numerosos obstáculos o imperfecciones requiere de nuestra atención para evitar una posible caída. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, no es necesario que lo estemos mirando sin cesar por este motivo: basta un vistazo rápido para saber si podemos continuar tranquilamente o no.

Aunque esto es sólo teoría, porque en la práctica quien se arriesga a hacerlo de esta forma corre el peligro de llegar a su destino con cierto exceso de peso en las suelas de sus zapatos. No mucho, la verdad, pero por lo general más que suficiente para que la ira, la impotencia y el asco se nos dibujen en la cara a partes iguales. Hablo, cómo no, de las tradicionales cacas de perro que tan amablemente nos dejan en el suelo de cualquier calle que se precie para goce y disfrute de aquellos que se topan con ellas.

Si bien es un mal endémico que todos, queramos o no -y tengamos perros o no- tenemos que soportar, resulta de lo más desagradable ver que siempre estará con nosotros. Y no porque existan los perros, que los pobres no tienen culpa de nada, sino porque siempre habrá ciudadanos incívicos que por no molestarse en recoger lo que su mascota no quiere -será por el enorme esfuerzo que supone- prefieren hacerse el loco, mirar hacia otro lado como si la cosa no fuera con ellos y dejar un regalo de dudoso buen gusto para el incauto de turno que no mire dónde pisa en el momento menos pensado.

Y no será tampoco por falta de medios... basta una simple bolsita de basura para, en menos de 10 segundos, dejar el suelo tal como estaba. Y eso por no hablar de otras opciones existentes para evitar estos sucesos y ponérselo más fácil aún a aquellos que pasan del tema. Entre ellas, lugares en los parques para el aseo de las mascotas o los dispensadores de bolsitas de papel colocados aquí y allá para quien no se haya acordado de salir a la calle con una.

Pero, sin embargo, la realidad es la que es: sigue habiendo mucho maleducado suelto, ya que día sí y día también seguimos viendo las calles salpicadas de desagradables manchas marrones. Mientras no nos concienciemos todos de que ésta no es la actitud a seguir, nos veremos obligados a resignarnos y seguir caminando de forma parecida a la de Melvin Udall en la entrañable 'Mejor imposible' para evitar llevarnos un inesperado botín con nosotros.

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