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Reflexiones sobre la vida y el día a día

Consumo excesivo: el sello distintivo de los países desarrollados

El consumismo en los países desarrollados es un hecho innegable. Desde hace años la tendencia ha ido a más, y ya no sólo compramos por necesidad, sino también por capricho. Artículos que de antemano sabemos que sólo usaremos alguna vez, y que luego olvidaremos. Incluso hay casos en los que se compra sin saber muy bien por qué, en un acto impulsivo carente de cualquier utilidad.

Lógicamente un cierto nivel de consumismo es necesario, fundamental, para el funcionamiento de la sociedad en la que vivimos. La compraventa de productos y servicios mueve la economía y de ella depende buena parte de la población. Sin embargo, cuando se excede de un cierto nivel resulta contraproducente. Antes, en casa sólo teníamos aquello que de verdad necesitábamos, y por lo general casi siempre que se adquiría un nuevo producto se hacía como sustitución, en caso de que se nos estropeara el antiguo. Actualmente la realidad es muy diferente. Tenemos montones de objetos que aparentemente son de gran utilidad pero que en realidad no sirven más que para ocupar espacio y satisfacer una necesidad impuesta de renovarse o morir, sin entrar en el gasto económico que supone. Varios televisores, otros tantos teléfonos móviles, el ordenador de sobremesa, el portátil, el netbook, el mp3, el mp4, el mp5 y algún día de estos el mp6. Y ropa, mucha ropa, de todas las formas y colores. Y así podríamos seguir, elaborando una lista enorme, interminable, que si nos ponemos a analizar con detalle, tiene un buen número de ítems a los que les estamos sacando poco o nulo rendimiento. Sin embargo, los hemos ido comprando con la idea en la cabeza de que eran absolutamente necesarios o que nos iban a hacer más felices. Nada más lejos de la verdad.

Estos excesos, que actualmente sólo están reservados a una parte pequeña del planeta (pero que en las próximas décadas imitarán muchísimos ciudadanos de las llamadas economías emergentes) son los responsables de un impacto medioambiental enorme. Tanto el proceso de producción como el de reciclaje (en el caso en el que este último se lleve a cabo) generan toneladas de residuos y gases de efecto invernadero. Y a ello hay que sumarle los numerosos abusos relacionados con la extracción y obtención de materias primas necesarias, muchas de ellas en países en vías de desarrollo que las comercializan en condiciones muy injustas.

Aunque este consumismo se nos vende como el modelo de vida ideal que satisface nuestras necesidades y nos hace más felices, sería conveniente reflexionar al respecto y ver si verdaderamente es así; si las consecuencias que de esta actitud se derivan son tan positivas como se nos hace creer. Y es que si nos paramos a pensar un poco la realidad, aunque nos pese, es muy diferente.

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