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Reflexiones sobre la vida y el día a día

Coleccionables: resurgiendo una vez más

Hay dos épocas en el año en las que se ponen de moda unos productos que, a pesar del paso del tiempo, se resisten a perderse en el olvido. Hablo de los coleccionables que se venden en los kioscos de prensa, productos de lo más variados (desde manuales para aprender inglés hasta casas de muñecas, pasando por coches teledirigidos) que tras las vacaciones de verano y las de navidad aparecen por todas partes.
La característica principal es que el producto que se nos vende nos llega por entregas. Cada semana o cada X días aparece una nueva, y así sucesivamente hasta completar la colección. Es una forma diferente de comprar algo poco a poco, con la ilusión añadida de tener que ir al kiosco a recoger un trocito más del conjunto.

Sin embargo, este tipo de productos tienen una serie de inconvenientes que no hay que pasar por alto. El primero de ellos es que tardaremos en tener con nosotros la colección completa, pues algunas se componen de cerca de 100 entregas -y otras superan la cifra incluso-, lo que supone un buen número de semanas para terminarla. Y puede que por el camino nos acabemos cansando, con lo que la dejaremos a medias, o simplemente puede suceder que algún día se nos empiece a olvidar eso de que debemos pasarnos a recogerla y acabe incompleta.

La solución para esto es suscribirse a la colección de forma que las entregas nos lleguen directamente a casa. Esto tiene la ventaja añadida de que obtendremos un buen descuento, pero si tras un tiempo nos arrepentimos o vemos que no nos gusta tanto como creíamos, habremos gastado un dinero en algo que no nos llena.

Uno de tantos coleccionables
Pero no terminan aquí los problemas. Estas colecciones, aparte de que muchas son innecesarias (como las tacitas de té del siglo XVIII o piedras del mundo o similares, que están genial en la caja pero luego en casa no sabemos dónde ponerlas) no siempre ofrecen la calidad que buscamos y además tienen un precio bastante elevado. Si bien el primer número es muy económico con el objetivo de animarnos a probar, los restantes son bastante más caros, y puede que nos entusiasmemos en algo que nos costará un buen puñado de euros y que luego acabará estorbando en casa o cogiendo polvo en algún rincón.

Por ello, lo mejor para este tipo de coleccionables es reflexionar sobre si de verdad nos interesa lo que se nos ofrece y hacer cálculos sobre lo que nos costará en total. Porque aunque la primera entrega sea muy económica o nos entre por los ojos gracias a la publicidad, puede que luego nos acabemos arrepintiendo. Y en plena cuesta de enero hay que pensar bien hacia dónde apuntar.

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