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Reflexiones sobre la vida y el día a día

Halloween: ¿Fiesta o gamberrada?

Hace tan sólo tres días que se celebró la famosa noche de Halloween. Famosa hoy en día por estas tierras, pero que hace cosa de una década por aquí sólo se conocía de nombre. Una tradición celta, impropia de esta zona, pero que año tras año va ganando más adeptos en España, fundamentalmente entre los jóvenes, como suele suceder con estas cosas. Muchos la critican porque no es típica de aquí y otros porque es una deformación de la original, de la que sólo mantiene el nombre y un par de elementos más. Y esto es así porque se ha adaptado a los intereses de unos pocos: es decir, de los comerciantes, que intentan explotar este filón incipiente a costa de lo que sea, y de los chavales, que no se molestan en ser —al menos un poco— fieles a lo que se hace en los países de donde se ha tomado. Jóvenes que, además, ven en esta celebración la oportunidad perfecta para hacer gamberradas a diestro y siniestro bajo la protección de sus tétricas máscaras.

Y es que bajo esos disfraces de muertos, zombis, esqueletos y brujas sólo hay un puñado de chicos que lejos de pasárselo bien sin fastidiar al prójimo buscan la forma de hacer pasar un mal rato a aquellos que no les sigan el juego. Todo vale, y de momento no parece que haya muchos movimientos para evitar que esta costumbre se corrompa cada vez más. Como muestra, nada mejor que ver cómo amanecen las calles el día 1 de noviembre: llenas de basura, huevos reventados y restos de diversa índole. Las casas y los coches tampoco se libran, a pesar de ser mudos testigos de la supuesta ‘celebración’, y no son pocas ni pocos los que acaban llenos de pintadas o de cáscaras y chorreones de huevo reseco.

Aunque se trata a todas luces de una fiesta que no tiene ningún arraigo y que no se mueve más que por un simple interés comercial, todo apunta a que con el paso de los años la costumbre irá a más, hasta consolidarse. Más nos vale hacernos a la idea, porque un gran número de celebraciones han seguido este mismo camino, y ahí las tenemos, llámense día de San Valentín o Papá Noel, por poner algunos ejemplos. Al igual que las comentadas, Halloween no tendría mayor importancia si siguiera dos ideas principales: pasarlo bien y hacerlo de forma cívica.

Ya tenemos demasiadas celebraciones en las que el fastidio del prójimo tiene un importante papel en la diversión de los participantes, y desde luego no nos hace falta otra. El que la gente quiera divertirse con los Reyes Magos o con Halloween, o con las dos, en el fondo, es lo de menos, porque todos somos libres de elegir. Pero si se va a celebrar algo, qué menos que hacerlo sin perjudicar a los demás.

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